Violencias
Foto: Plan International Guatemala

Uniones forzadas: Las relaciones que amenazan el futuro de las niñas en Guatemala

Escrito por Jasmín López

Pese a las reformas al Código Civil que prohíben el matrimonio infantil en Guatemala, al igual que otros países, miles de niñas siguen siendo violentadas en roles que no les corresponden. Sus testimonios cuentan experiencias diversas, pero tienen puntos en común que revelan por qué hombres adultos -en su mayoría- continúan entablando relaciones informales con mujeres menores de edad.

Por Jasmin López

“Siendo todavía una niña me casé. Yo no tuve el valor de decir que no. Me arrepentí de irme a vivir con él pero, ¿qué iba a hacer?", relata la joven bajo el seudónimo de  “Miranda”. Actualmente, tiene 24 años, pero antes de ser una adulta fue una niña con muchos sueños y pocas opciones, como la mayoría de las infancias que nacen y viven en el lado rural de Guatemala y en las periferias de la ciudad.

En su natal Quiché, “Miranda” estudió hasta el grado académico más alto que la economía familiar pudo ofrecerle: sexto primaria, y entró a la preadolescencia escuchando que la mejor opción para una mujer era casarse. El matrimonio, aseguraban las vecinas y vecinos de su comunidad, prometía protección, estabilidad y propósito.

Miranda “quería seguir estudiando y tener mejores oportunidades”. Pero cuando tenía 14 años, un hombre de 22 años le propuso matrimonio. Sin estar convencida, ella aceptó. Y pocos meses después, quedó embarazada de su primer hijo. La realidad de esta unión probó ser muy diferente a la breve esperanza que el matrimonio representaba.

“Mis sueños quedaron en pausa, y viví muchas limitaciones”, comenta.

Un vínculo violento

Cuando Miranda se casó, en Guatemala, todavía era permitido legalmente el matrimonio desde los 14 años para las niñas, y desde los 16 años, para los varones. En el año 2015, el Congreso de la República de Guatemala aprobó reformas al Código Civil, Decreto Ley 106 del Jefe de Gobierno, en donde se estableció, en el artículo 81, la aptitud para contraer matrimonio a los 18 años de edad como la edad mínima para casarse. 

Aunque en ese momento quedó regulado que no podría aceptarse ni declararse una unión de hecho de menores de edad, bajo ninguna circunstancia,  quedó también una excepción y autorización judicial para contraer matrimonio a los 16 años (artículo 82), esto posteriormente quedó derogado en 2017 con otra reforma al Código Civil en donde se reafirmó que no se puede contraer matrimonio, ni autorizarse de manera alguna, el matrimonio de menores de 18 años de edad. Actualmente, la edad para contraer matrimonio es 18 años de edad, tanto para hombres como para mujeres en toda Guatemala. En cuanto a la Unión para menores de edad, quedó prohibida por el Código Civil sin excepción alguna.

Con estas medidas, no se detuvo el problema. Solo en 2019, la asociación Paz Joven documentó más de 90 matrimonios con menores de edad. Y, según un estudio de la alianza Girls Not Brides (Niñas, no esposas), un 30 % de las mujeres guatemaltecas se casan o unen antes de cumplir 18 años, y de ellas, un 6 % son menores de 15 años. Para los hombres esta situación es vastamente diferenciada: únicamente el 10% enfrenta la vida marital siendo menor de edad.

Las estadísticas muestran además que no se trata de matrimonios entre adolescentes, pues en 8 de cada 10 matrimonios y uniones con mujeres de 15 a 19 años, sus parejas son hombres mayores de 20 años de edad.

El estudio “Déjame ser una niña, no una esposa”, de Plan International, entrevistó a 251 adolescentes y jóvenes de Guatemala, Colombia, Ecuador, República Dominicana, Nepal, Uganda y otros países, quienes fueron forzadas, por sus familias o por las circunstancias, a una unión marital desde niñas. En la actualidad tienen entre 15 y 24 años. La mayoría tiene ya por lo menos un hijo y continúa con su pareja; y seis de cada 10 no han podido seguir estudiando ni acceder a un empleo, lo que las vuelve económicamente dependientes.

Estas uniones se convierten en una cárcel para las niñas, donde se les despoja del poder de decidir si tener o no hijos, cuándo salir y qué comprar. Su libertad y autonomía corporal quedan sujetas a la voluntad de sus parejas (hombres adultos). En la mayoría de los casos, son ellos quienes deciden el uso o (con mayor frecuencia) la prohibición de los anticonceptivos, la dinámica de la vida sexual y familiar y la distribución de los ingresos económicos. 

Además, las niñas están expuestas a un riesgo dos veces mayor de ser violentadas física y sexualmente  por sus parejas, de embarazos y maternidades tempranas y forzadas, y tienen menos acceso a los servicios de salud.

“El impacto de los matrimonios y embarazos forzados es no permitir que las niñas y adolescentes lleguen a consolidarse como mujeres adultas”, explicó Lily Caravantes, Coordinadora del Grupo Multidisciplinario de Defensa de Derechos Sexuales y Reproductivos.

De enero a agosto del 2025, el Observatorio en Salud Sexual y Reproductiva (OSAR Guatemala) registró 37 mil 565 nacimientos en niñas y adolescentes de 10 a 19 años. Al menos 1 mil 439 corresponden a madres de entre 10 y 14 años. Los bebés que nacen de madres menores de edad, explica Caravantes, presentan bajo peso, ya que su gestación impacta en los cuerpos -aún en desarrollo- de las madres.

Foto: Plan International Guatemala.

Crímenes sin castigo

Las normas y roles rígidos de género y la pobreza son las causas principales de los matrimonios y uniones infantiles, identificadas en diversos estudios. A las mujeres se les inculca el matrimonio y la maternidad como un deber y una meta, y en no pocas ocasiones se les impone. Impulsadas por lo que describen como amor y por el deseo de formar una familia, muchas niñas son impulsadas socialmente a relaciones informales, sin que antes se les hayan proporcionado las herramientas necesarias para tomar decisiones acertadas, identificando las diferentes manifestaciones de violencia y protección.

Es usual, además, que los padres y madres den a sus hijas en matrimonio porque ya no pueden hacerse cargo de ellas. La investigación de Plan International encontró también casos en los que las niñas accedieron a estas uniones con la esperanza de ayudar a sus familias.

Otra motivación común, referida por las jóvenes entrevistadas, es la búsqueda de un escape a la violencia que se ejerce contra ellas en sus propias casas. En todos los casos, la vulnerabilidad es un factor clave, y no se ha reducido con la prohibición del matrimonio infantil.

“Esta situación se aborda en el ámbito de la ley civil, pero complementariamente se requiere reforzar acciones a nivel comunitario para disminuir las uniones forzadas”, afirmó Claudia Say, Asesora del Programa Generación con Decisión y Liderazgo de Plan International Guatemala. Es importante sensibilizar con las reformas del Código Civil y sobre las consecuencias de la problemática en la vida de las niñas. 

En Guatemala no se penalizan las relaciones sexuales de adultos con personas menores de edad y mayores de 14 años y, en muchos casos, se justifica la existencia del consentimiento, lo cual además de no tomar en cuenta la desigualdad de poder en estas relaciones, vuelve aún más difícil identificar y perseguir los abusos sexuales, principalmente por la maternidad.

¿Por qué los hombres se casan con niñas?

Mientras la falta de oportunidades y poder de decisión empuja a las mujeres a matrimonios tempranos, lo opuesto parece ocurrir para los hombres. Una investigación de FLACSO -titulada ¿Cuál es el problema?- encontró que los hombres con mayor escolaridad tienden a elegir esposas más jóvenes. 

Una de las razones expresada por los hombres entrevistados fue el deseo de ejercer el rol de mentor frente a sus parejas, en ámbitos que van desde el sexo hasta la cultura general. Sin embargo, otra situación  -raramente admitida- es que en estas relaciones existe un control mayor sobre la autonomía de las mujeres, algo que muchos hombres buscan como una expresión de masculinidad hegemónica.

“Yo creo que es un tema de normas socioculturales”, comentó Say. “Venimos de un contexto patriarcal, en el que era normal ver a las mujeres siempre depender de una figura masculina. Por otra parte, creo también que con respecto al tema, existe mucha permisibilidad y tolerancia”, agregó. 

Sobre la tolerancia de la sociedad frente a este tipo de uniones, Lily Caravantes, indicó que “todavía la sociedad guatemalteca tiene el concepto de que las niñas y las adolescentes son mujeres en pequeño”. Las políticas públicas tienen que apuntar también a combatir este tipo de creencias culturales arraigadas, explicó Caravantes, que legitiman y fomentan la violencia contra las mujeres y niñas.

Foto: Plan International Guatemala.

¿Qué se puede mejorar? 

Las organizaciones especializadas -entre ellas Plan Internacional y la Alianza Global Girls not Brides- recomiendan en sus informes “Déjame ser una niña, no una esposa”, y “Los matrimonios y las uniones infantiles, tempranas y forzadas en Guatemala”, respectivamente,  invertir e impulsar políticas integrales que contemplen el acceso a la educación, al ejercicio de salud integral en sexualidad; que provean protección legal, y oportunidades de formación y empleo para las niñas que se encuentran en matrimonios o uniones forzadas e informales.

La historia de Miranda no ha llegado a su final. “Por mucho tiempo pensé que no podía cambiar nada”, dice. Reunió el valor para salir de esa relación y regresar con su madre. “Con el tiempo, empecé a aprender más sobre mis derechos y sobre el valor que tenemos las mujeres”, añade. Se involucró en actividades comunitarias, emprendió su propio negocio y volvió a soñar. Ahora planea construir una casa propia y darles un futuro distinto a sus tres hijos.

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La cara de Jasmín López

Jasmín López

Jazmín Lopez en su trabajo busca visibilizar las luchas de las mujeres. Fue lanzada en enero del 2020, tras dos años de un largo proceso de reflexión y creación que atravesó los caminos y cuerpos de sus fundadoras. Ahora es una media de comunicación feminista digital que hace periodismo e investigación desde la reflexión feminista cómo elementotransversal. 

Queremos contar historias, romper con la victimización, aportar con nuevas y distintas narrativas, explorar distintos formatos, como una manera de dignificar la vida de las mujeres, desde el periodismo y la comunicación feminista.

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