Patriarcado

Las llamaron brujas, pero solo eran mujeres libres

Desde pequeña, las películas me enseñaron a tenerle miedo a las brujas. Eran las malas, las villanas, mujeres a las que había que tenerles temor. Crecí creyendo eso hasta que entendí que detrás de esa imagen de “malas” había otra historia: la de mujeres que se atrevieron a pensar por sí mismas, a sanar, a vivir fuera de las reglas impuestas por los hombres, esos mismos que, al no poder controlarlas, las llaman de esa manera.

Ayer, hoy y mañana del lado de las brujas

Sombreros picudos; caras verdes; lunares prominentes; vestidos y harapos negros; calderos y escobas voladoras; todos estos eran símbolos de la caricaturización de las brujas con las que crecimos. La idea de unas mujeres “feas”, encargadas de hacer pócimas y menjurjes para resolver situaciones, o incluso para venganzas. Mujeres a las que se les temía y de las cuales debíamos permanecer lejos.

Cuando la fe se vuelve cadena, no camino

En nuestras tierras, la religión se expandió con la misma rapidez que los supermercados de cadenas extranjeras, prometiendo abundancia, pero dejando vacíos más profundos. Nos dicen que ahí está la verdad absoluta, que ahí hay libertad, pero lo que muchas mujeres encontramos es otra forma de control: sobre nuestros cuerpos, sobre nuestras decisiones, sobre nuestras vidas.

Fotografía: Karen Lara

Glosaria Feminista: Patriarcado

Aura Cumes, antropóloga e investigadora maya kaqchikel, define el patriarcado como un “sistema de dominio en el que, mediante un conjunto de relaciones de poder, los hombres asumen y les es otorgado el control político, económico, espiritual, cultural y moral de una sociedad”. En él, ellos se benefician de la dominación de las mujeres porque acceden, con privilegios, a la autoridad, a los bienes, recursos y servicios producidos en la sociedad.

Fotografía: Stef Arreaga

Por derecho de igualdad, mujeres podrán decidir orden de los apellidos de sus hijas e hijos

Las mujeres guatemaltecas lograron el reconocimiento del derecho de igualdad que tienen ante la ley y ya no tienen impedimentos para decidir el orden de los apellidos de sus hijas e hijos, dejando atrás la costumbre y la imposición que las obligaba a colocar el apellido del padre primero y después el de la madre; la discusión se abrió recientemente por una circular emitida por el Registro Nacional de las Personas (RENAP) en septiembre de 2009, que mantenía esa forma de reconocimiento familiar.

Fotografía: Cosecha Roja

El virus del machirulo

Por: Cosecha Roja