Halloween
Desde pequeña, las películas me enseñaron a tenerle miedo a las brujas. Eran las malas, las villanas, mujeres a las que había que tenerles temor. Crecí creyendo eso hasta que entendí que detrás de esa imagen de “malas” había otra historia: la de mujeres que se atrevieron a pensar por sí mismas, a sanar, a vivir fuera de las reglas impuestas por los hombres, esos mismos que, al no poder controlarlas, las llaman de esa manera.
Sombreros picudos; caras verdes; lunares prominentes; vestidos y harapos negros; calderos y escobas voladoras; todos estos eran símbolos de la caricaturización de las brujas con las que crecimos. La idea de unas mujeres “feas”, encargadas de hacer pócimas y menjurjes para resolver situaciones, o incluso para venganzas. Mujeres a las que se les temía y de las cuales debíamos permanecer lejos.