Capitalismo
Sombreros picudos; caras verdes; lunares prominentes; vestidos y harapos negros; calderos y escobas voladoras; todos estos eran símbolos de la caricaturización de las brujas con las que crecimos. La idea de unas mujeres “feas”, encargadas de hacer pócimas y menjurjes para resolver situaciones, o incluso para venganzas. Mujeres a las que se les temía y de las cuales debíamos permanecer lejos.
En nuestras tierras, la religión se expandió con la misma rapidez que los supermercados de cadenas extranjeras, prometiendo abundancia, pero dejando vacíos más profundos. Nos dicen que ahí está la verdad absoluta, que ahí hay libertad, pero lo que muchas mujeres encontramos es otra forma de control: sobre nuestros cuerpos, sobre nuestras decisiones, sobre nuestras vidas.
Por: Redacción Todas
Por: Espacio abierto