
Sin derechos: las mujeres detrás del trabajo doméstico
Escrito por Viviana Bran
En Guatemala, las mujeres trabajan limpiando casas, cuidando niños, cocinando, lavando ropa, haciendo lo que se conoce como trabajo doméstico. Y aunque suene fuerte, muchas veces lo hacen sin derechos, sin horarios, sin respeto, como si su trabajo no valiera, como si ellas no valieran en este sistema de exclusión.
Desde que tengo uso de razón, crecí escuchando que las mujeres de mi familia trabajaban en casas. Para mi yo de niña, eso no significaba mucho hasta que creces y aprendes a entender lo que conlleva: falta de descansos, salarios no dignos, falta de prestaciones, y sobre todo, tratos irrespetuosos por parte de las personas para quienes trabajan.
En Guatemala, muchas mujeres se ganan la vida en el trabajo doméstico, entregando parte de su juventud en espacios donde son explotadas. Algunas de ellas viven en las casas donde trabajan, y aunque se diga que “se les da alimentación”, esta es limitada. Como me contó mi madre: “En la casa donde trabajé en mi juventud, solo los patrones podían comer ciertos alimentos; a nosotras no nos dejaban. Comíamos en la mesa de la cocina”.
Las mujeres que han llegado a mi vida tienen un patrón en común, todas comenzaron a trabajar como trabajadoras de casa particular desde niñas. Por falta de recursos económicos, se vieron obligadas a buscar la forma de ganar dinero para ayudar a sus familias. Muchas de ellas dejaron la infancia atrás antes de tiempo, enfrentando responsabilidades que ninguna niña debería tener. La necesidad y la pobreza las empujaron a entrar temprano al mundo laboral, dejando de lado juegos y sus sueños para enfrentarse a su nueva realidad.
Hoy en día, uno de los mayores problemas es la falta de regulación. El Código de Trabajo dice que el trabajo doméstico no está sujeto a horario, lo cual muchas veces es mal aprovechado para explotarlas. A esto se suma una manipulación emocional disfrazada de afecto: “Son como de la familia”, dicen. Pero esa frase, que suena bonita, muchas veces solo sirve para justificar que no se les pague bien, que no tengan contrato ni derechos laborales. Porque si fueran de la familia, ¿por qué no tienen seguro, vacaciones y días libres remunerados?
Pensar en las condiciones de las trabajadoras domésticas es también una invitación a revisar nuestras propias prácticas. ¿Cómo tratamos a quienes cuidan nuestros espacios? ¿Qué tanto valoramos su tiempo y su esfuerzo? La igualdad empieza cuando dejamos de mirar hacia abajo y comenzamos a mirar de frente con un panorama amplio.
No se trata solo de leyes. También es una cuestión de conciencia, de cambiar la forma en que miramos, hablamos y nos relacionamos con quienes han sido históricamente excluidas. De entender que el verdadero cambio empieza por reconocer que no hay justicia sin justicia laboral para todas.
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Viviana Bran
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