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¡Resucitó!
Escrito por Ruda
Gladys es un nombre ficticio y su historia podría ser la de cualquier mujer que conozcamos. Mujeres que han logrado retornar a la vida, de manera simbólica aunque también material, después de sentir que no serían capaces de hacerlo.
Se llama Gladys* y tiene unos 50 años actualmente. Estuvo casada por 15 años y se separó hace 3, quedando a cargo de sus dos hijos adolescentes. Se separó después de seguir el automóvil de su -ahora ex- esposo para confrontarlo en casa de su amante. La amante que le había negado por más de un año, haciéndole creer que todo era “producto de su imaginación”; enviándola a conversar con su líder religioso para que la hiciera entrar en razón y haciéndola, incluso, dejar su trabajo porque quizá eso la estaba estresando de más.
Confirmar el engaño no era solamente la traición al mandamiento de su matrimonio, que era algo sagrado para ella, pero además darse cuenta de la crueldad de esa persona quien por meses la hizo dudar de su sensatez y lucidez, elementos que dice Gladys son los que más le han costado recuperar.
Frente a esto, Gladys encontraba 2 escenarios: continuar en esta relación ahora con toda la información que necesitaba confirmar, o contrariar sus valores y separarse. Esto implicaba no solamente ser mal vista por su comunidad religiosa, sino emprender un viaje de incertidumbre con sus dos hijos pues ya estaba advertida que no habría pensión ni manutención para nadie, con toda seguridad que la justicia no iba a actuar en favor de ella.
Eligió lo segundo.
Le habló a antiguos colegas y amigos sobre su necesidad de retomar la vida laboral para volver a contar con un ingreso fijo; le habló a su amiga de infancia para que la apoyara con un lugar donde estar al menos el primer mes; cuando estas dos necesidades fueron cubiertas, Gladys pudo buscar atención psicológica con la cual pudo identificar las múltiples violencias vividas durante los 15 años de matrimonio, más allá de la traición que la había llevado a tomar la decisión.
Además, Gladys fue haciendo un grupo de amigas en el trabajo con quienes compartía sus experiencias pero sobre todo su día a día, lo cual decía le ayudaba a liberarse. También retomó la comunicación y buena relación con su madre, quien vivía en otro país y a quien no veía desde hacía años por un problema con su ex esposo.
Después de pensarlo mucho Gladys vio mejores oportunidades para ella y sus hijos fuera del país y desde hace un año migraron juntos.
Quien hubiera conocido a Gladys durante esa relación y los meses siguientes no habrían podido imaginar su futuro. Gladys es otra, más fuerte, más segura de sí misma, Gladys volvió a la vida. Resucitó.
Gladys es un nombre ficticio y su historia podría ser la de cualquier mujer que conozcamos. Mujeres que han logrado retornar a la vida, de manera simbólica aunque también material, después de sentir que no serían capaces de hacerlo. Y las hemos visto, las conocemos o hemos sido ellas, que hemos tenido que traernos a la vida una y otra vez, en diferentes circunstancias.
La llamada Semana Santa acaba de culminar, y quizá por eso la tónica de este espacio, que pretende reconocer que seamos creyentes/practicantes o no, hablar de regresos a la vida no nos es ajeno, lo hemos visto y las mujeres somos un claro ejemplo de ello. Sin embargo, también hemos visto que no sucede como un acto mágico, sino está relacionado a condiciones materiales que lo permiten, instituciones que trabajan -o deberían trabajar- por ello, redes de apoyo (amistades, familias, comunidad) y quizá sí, un impulso hacia la vida que hace que contrario a toda expectativa continúa empujando hacia otras posibilidades.
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Ruda
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