Tintas

No es natural el dolor

Escrito por María de la Paz Castañón

Me dijo que el dolor era normal, pero yo sabía que algo no estaba bien. Cuando fui a consulta, el médico me aseguró que no era nada, a pesar de que ya tenía un ultrasonido que mostraba nódulos. Tuve que insistir, hacerme otro ultrasonido y buscar una segunda opinión para que finalmente confirmaran lo que yo ya sabía: tenía nódulos que debían monitorearse. 

Puede que suene como una generalización, pero estoy casi segura de que todas las mujeres hemos vivido alguna experiencia donde un médico descalificó completamente lo que sentíamos. A mí me pasó. Esta forma de desestimar lo que percibimos, de minimizar nuestro dolor o asumir que exageramos, es algo que muchísimas mujeres hemos experimentado. Y tiene un nombre: gaslighting médico.

Aunque la expresión viene del ámbito psicológico, en los últimos años se ha empezado a usar para describir una práctica tristemente común en los servicios de salud: cuando a una paciente se le dice que su malestar es producto de su imaginación, de su estado emocional, de sus hormonas o del estrés, sin mayor evaluación. En vez de buscar una explicación médica, se pone en duda la percepción de la paciente. Lo que no se reconoce clínicamente, se invalida. Y esto no es simplemente un problema de actitud. Es el resultado de una disciplina que históricamente ha ignorado los cuerpos femeninos, y que sigue reproduciendo un modelo de atención centrado en lo masculino como norma.

Durante gran parte del siglo XX, las mujeres fueron excluidas de los ensayos clínicos bajo el argumento de que sus cuerpos eran demasiado variables para generar datos “confiables”. Recién en 1993, los Institutos Nacionales de Salud en Estados Unidos empezaron a exigir la inclusión de mujeres en los estudios que financiaban. Pero incluir mujeres no significa necesariamente estudiarlas. Muchos de esos ensayos no analizan diferencias por sexo, no reportan los resultados desagregados y siguen utilizando como referencia el cuerpo masculino.

Las consecuencias de esta problemática estructural son enormes. Hoy sabemos que las mujeres experimentamos síntomas diferentes para enfermedades cardiovasculares, que algunas medicinas actúan distinto en nuestros cuerpos y que muchas condiciones crónicas como la endometriosis, la fatiga crónica, las migrañas o ciertas enfermedades autoinmunes nos afectan en una proporción muchísimo mayor. 

Sin embargo, esas enfermedades siguen sin estar bien comprendidas, diagnosticadas y no tratadas. El informe publicado en 2024 por las Academias Nacionales de Ciencias, Ingeniería y Medicina de Estados Unidos lo dice claramente: la falta de investigación sobre condiciones que afectan específica o predominantemente a mujeres está impidiendo avanzar en su prevención, diagnóstico y atención adecuada. No es que esas enfermedades no existan, es que la ciencia ha decidido no estudiarlas.

Cuando no hay estudios suficientes, no hay diagnósticos ni herramientas para tratarlas. Muchas de nosotras hemos ido al médico con dolor, fatiga o molestias persistentes y nos han dicho que es ansiedad, estrés o que es algo natural de procesos hormonales de nuestro cuerpo.  Esas respuestas no son inofensivas. Generan inseguridad, dudas, frustración. Nos hacen desconfiar de nosotras mismas y también del sistema. Y al mismo tiempo, provocan daños físicos a miles de mujeres: diagnósticos tardíos, tratamientos equivocados, síntomas que empeoran.

La encuesta realizada por MDVIP, una empresa estadounidense de medicina preventiva y personalizada, e Ipsos, una empresa de investigación de mercado, en 2021, en Estados Unidos, encontró que el 31 % de las mujeres sentía que sus preocupaciones no eran tomadas en serio por su médico. Casi la mitad había pospuesto una consulta hasta que sus síntomas se volvieron urgentes, muchas veces porque ya sabían lo que iba a pasar: que las iban a minimizar. El 44 % desarrolló hábitos nocivos durante la pandemia y más del 50 % dijo haber sentido ansiedad o depresión. Esto es preocupante porque significa que una enorme cantidad de mujeres aun al sentirnos mal decidimos no volver a ir con profesionales por miedo a que no nos escuchen. 

Esto también es violencia. No solo porque se traduce en sufrimiento físico y mental, sino porque invalida de raíz la posibilidad de que una mujer pueda conocer y confiar en su propio cuerpo. Cuando el sistema de salud responde sistemáticamente con incredulidad ante nuestras voces, estamos frente a una forma de violencia institucional. Y esa violencia no se resuelve con un médico empático, sino con un cambio de fondo: en la investigación, en la formación médica, en la forma en que se diseñan los estudios, en lo que se considera evidencia válida.

El informe de las Academias recomienda una serie de reformas urgentes: investigar con perspectiva de género, desarrollar herramientas diagnósticas específicas para mujeres, incluir variables como los hitos reproductivos (menstruación, embarazo, menopausia) en los estudios, y dejar de excluir a mujeres con múltiples condiciones crónicas por “complicar los datos”. Porque en la vida real, muchas mujeres tienen más de una enfermedad, y entender cómo interactúan esas condiciones es parte de brindar una atención adecuada.

Pero más allá de las políticas científicas, lo que hace falta es un cambio de paradigma. Que la medicina deje de tratar el cuerpo femenino como una anomalía. Que deje de considerar nuestros síntomas como secundarios, nuestros dolores como exagerados y nuestras voces como poco confiables. Que deje de responder con sospecha cuando no sabe qué hacer. Que reconozca sus límites sin trasladarnos la culpa.

No es menor que el sistema de salud no nos crea. No es una incomodidad más. Es un riesgo para la vida y también una forma de silenciamiento. Cuando decimos que nos duele, que algo no está bien, lo mínimo que merecemos es ser escuchadas sin juicio. Porque, aunque no haya un biomarcador inmediato o una causa clara en ese momento, lo que sentimos es real. Y negarlo no es ciencia. Es negligencia.

Referencias:

EFE Comunica. (2023, noviembre 21). Padraic Ward, de Roche: Aún hay una gran falta de conocimiento sobre la salud de las mujeres. https://efecomunica.efe.com/hay-gran-falta-conocimiento-salud-mujeres/
González Quiceno, C. (2025, marzo 29). ¿Por qué sabemos tan poco sobre la salud de las mujeres? PhLatam. https://phlatames.com/por-que-sabemos-tan-poco-sobre-la-salud-de-las-mujeres/12957
Loyacono, S. (2024, August 1). KU School of Medicine professor fights for changes to prevent medical gaslighting of women. University of Kansas Medical Center. https://www.kumc.edu/about/news/news-archive/medical-gaslighting-research.html
MDVIP. (2021, May 6). New study finds alarming gaps in women’s health knowledge and healthcare experiences. https://www.mdvip.com/about-mdvip/press-room/new-study-finds-alarming-gaps-womens-health-knowledge-and-healthcare-experiences
National Academies of Sciences, Engineering, and Medicine. (2024, July 10). Significant lack of data and research on chronic conditions affecting women is hindering diagnosis, treatment, and prevention; report calls for enhanced NIH research effort [News release]. https://www.nationalacademies.org/news/2024/07/significant-lack-of-data-and-research-on-chronic-conditions-affecting-women-is-hindering-diagnosis-treatment-and-prevention-report-calls-for-enhanced-nih-research-effort
Northwell Health. (s.f.). Gaslighting in women’s health: No, it’s not just in your head. Katz Institute for Women’s Health. https://www.northwell.edu/katz-institute-for-womens-health/articles/gaslighting-in-womens-health
Unachukwu, I., & Geretto, M. (2021, enero 12). ¿Por qué las mujeres y personas con ciclos están poco representadas en la investigación sobre salud? ¿Cómo puede la ciencia médica servir mejor a las mujeres y a las personas con ciclos? (C. Tafur, Trad.). Clue. https://helloclue.com/es/articulos/cuerpo-y-salud/por-que-las-mujeres-estan-infrarrepresentadas-en-la-investigacion-medica
Yale School of Medicine. (2022, July 10). The health of women faces an emergency. Women’s Health Research at Yale. https://medicine.yale.edu/news-article/the-health-of-women-faces-an-emergency/

Participaron de esta nota

María de la Paz Castañón

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