
Marcha del 1 de mayo: mujeres y juventudes reclaman derechos laborales
Escrito por Jasmín López
Por Jasmin López
Una vida en la lucha popular
Sandra y Amaité no pertenecen a ningún colectivo, pero han acompañado el movimiento por los derechos laborales desde niñas. Este primero de mayo, Día Internacional de los Trabajadores, no fue la excepción. Las dos mujeres bajaron desde la zona 5 hasta la Sexta Avenida con las y los demás manifestantes que exigen un trato digno, un salario justo y protecciones legales para los sectores informales, en el que labora el 70% de la población ocupada.
Ambas son hijas de familias trabajadoras que les inculcaron el sentido de solidaridad por la clase a la que ellas mismas pertenecen
“Esta manifestación se tiene que dar siempre. Nosotros tenemos que manifestar que tenemos derechos en la vida: como trabajadores, como personas, como humanos” comentó Sandra, mientras, desde la acera, observaba a las organizaciones de trabajadoras de maquila, trabajadoras de casa particular, estudiantes, jóvenes y campesinos que acudieron a la protesta.
Amaité opina que “este es el pueblo que tenemos que apoyar siempre, porque gracias a estas luchas es que nosotros gozamos de cierto bienestar”. Aguinaldo, jornada de 8 horas, y estabilidad laboral son algunos de los beneficios logrados tras décadas de lucha, y que hay continuar defendiendo, comparten.
La juventud, sin opciones
“El primero de mayo es importante para las juventudes porque son quienes viven el trabajo precarizado, quienes son excluidos, que son explotados en las jornadas” explica Laura Aguiar, de 26 años e integrante de Red Incidejoven. “Lo que queremos es tomar el espacio público para llevar esas exigencias, para llevar esas reivindicaciones, para poder exigir lo que debería ser un derecho para todas y para todos”.

De acuerdo a la Encuesta Nacional de Empleos e Ingresos (ENEI) del 2022, la población de 15 a 30 años conforma un tercio de la población económicamente activa en Guatemala. El 59.3% de la población de 18 a 30 años trabaja en la informalidad, y un 71% de las juventudes que laboran para un empleador, empresa o negocio lo hacen sin un contrato.
Sin regulaciones de horario, seguro médico, licencia de maternidad, indemnizaciones ni jubilación, la población joven se enfrenta a un futuro incierto.
Alejandra, quien es maestra de primaria y preprimaria y tiene 30 años, denuncia que esta situación se repite en el área pública y privada del magisterio.
“Los salarios no nos alcanzan para llevar una vida digna. Por otro lado, muchas veces terminamos poniendo de nuestros recursos monetarios y materiales para poder llevarles una buena educación a los alumnos” comparte.
La discriminación por edad es otra experiencia común para las juventudes. La falta de experiencia es una justificación frecuentemente utilizada por los empleadores para justificar los bajos salarios y los malos tratos.
“Muchas veces las personas que son adultas las toman más en serio porque creen que sólo ellas tienen experiencia mientras que nosotros como jóvenes traemos nuevas ideas, nuevas experiencias” es lo que dice Alejandra.

“Ser maestra es una labor que hacemos con gusto y con vocación, pero la verdad es que no sólo de la vocación se vive y no quisiéramos tener que cambiar a otros trabajos porque no se nos den las condiciones laborales y un salario digno para las maestras” añade.
Marian Salguero, del colectivo Zona 5 resiste, comenta que “las condiciones que hay tanto para el trabajo formal como informal es algo que nos preocupa y que se ve reflejada en nuestros barrios”.
La ausencia de servicios de transporte adecuados, que cubran más rutas y a un precio accesible, es una de las carencias que observa en su barrio y que afectan sobre todo a la juventud trabajadora. Como antropóloga, Marian conoce de primera mano lo difícil que es encontrar un empleo remunerado en el sector de las ciencias sociales, las cuales están altamente infravaloradas en el país. “Hasta las oenegés caen en estas prácticas” señala.
El trabajo desde la diversidad
Damon Velarde tiene 24 años y trabaja desde los 19. En su último empleo, donde laboró en las áreas de logística, limpieza y bodega durante cuatro meses, fue despedido por reclamar las protecciones laborales a las que todas las personas tienen derecho. A pesar de haber superado el tiempo de prueba, sus empleadores se negaron a proporcionarle un contrato, como le ha ocurrido en casi todos sus trabajos anteriores.

“Desde la informalidad aparte de no tener garantías corremos muchos riesgos, no sólo por el tema de seguridad, sino por la sobreexplotación que tenemos, aparte de las altas horas que nos dejan. A mí me han hecho entrar a las 7 de la mañana y salir a las 8 de la noche, cuando los jefes son conscientes de que el transporte público tiene un horario al cual ya no vamos a tener acceso si salimos a las 8 o más tarde” cuenta.
Los prejuicios que existen hacia las identidades de género divergentes son otra de las barreras que ha encontrado en su vida laboral. En muchas empresas le niegan empleo porque su nombre no coincide con el sexo asignado al nacer que aparece en su documento de identificación personal.
Aunque en Guatemala las personas trans pueden cambiar legalmente su nombre por el que ellxs prefieran, aún no es posible cambiar el sexo asignado al nacer en el papel.
Su situación no es única. El estudio Realidades Compartidas arrojó que un 65% de las personas trans entrevistadas consideran su identidad de género como un obstáculo para encontrar un empleo. Un 39.47% de las mujeres cisgénero lesbianas y un 44% de hombres gay respondieron lo mismo. Agresiones verbales, sexuales, físicas, y faltas de respeto a su identidad y expresión son otras formas de violencia que las personas LGBTIQA+ sufren por parte de jefes, compañeras y compañeros de trabajo.
Participaron de esta nota

Jasmín López
Jazmín Lopez en su trabajo busca visibilizar las luchas de las mujeres. Fue lanzada en enero del 2020, tras dos años de un largo proceso de reflexión y creación que atravesó los caminos y cuerpos de sus fundadoras. Ahora es una media de comunicación feminista digital que hace periodismo e investigación desde la reflexión feminista cómo elementotransversal.
Queremos contar historias, romper con la victimización, aportar con nuevas y distintas narrativas, explorar distintos formatos, como una manera de dignificar la vida de las mujeres, desde el periodismo y la comunicación feminista.