
Las brochas que rompen el silencio en San Martín Jilotepeque
Escrito por Ruda
Un vibrante mural adorna las paredes del gimnasio municipal de San Martín Jilotepeque, Chimaltenango. La obra, recientemente terminada por el Movimiento Juvenil “Superando el Silencio”, captura en colores vivos la esencia cultural de este pueblo Kaqchikel.
Zompopos, abejas, maíz, figuras ancestrales y contemporáneas se entrelazan en la pintura, reflejando la identidad sanmartineca y la voz de una nueva generación que alza sus brochas para transformar su comunidad indígena.
El trabajo colectivo de adolescentes y jóvenes de San Martín Jilotepeque convirtió un muro vacío en un lienzo para la memoria, identidad y orgullo comunitario. El gimnasio municipal luce hoy como un espacio público que resignifica el sentido de ser un escenario para el diálogo intergeneracional y la afirmación cultural.
La iniciativa fue impulsada por más de 30 jóvenes del Movimiento Superando el Silencio, llevaron a cabo jornadas de diseño y pintura en las que el arte se convirtió en herramienta para reflexionar colectivamente, fortalecer el sentido de pertenencia y proyectar los sueños de una juventud que apuesta por un futuro enraizado en su historia.
El artista muralista Estanislao Mejía, originario de San Martín, asesoró en la creación del boceto, mientras que otro artista invitado, conocido como “Finito” de Santiago Sacatepéquez, se unió para compartir técnicas de grafiti y aerosol. El resultado de esta colaboración es palpable: ahora las paredes del gimnasio lucen historia y contenido propio, convirtiéndose en un punto de referencia para vecinos y visitantes.
Esta iniciativa fue gracias a la articulación del movimiento de jóvenes con la organización PAMI (Programa de Atención, Movilización e Incidencia por la Niñez y Adolescencia) y la Dirección Municipal de la Mujer. Con el respaldo del gobierno local. Este municipio de Chimaltenango se ubica a 68 kilómetros de la ciudad de Guatemala y es habitado mayoritariamente por el pueblo Maya Kaqchikel, unas 95 mil personas según el censo poblacional de 2018.


Foto: Jóvenes Superando el Silencio
Muralismo con identidad
Uno de los elementos centrales y más significativos del mural creado por el Movimiento Juvenil Superando el Silencio es la representación simbólica de la identidad cultural de San Martín Jilotepeque. Lejos de ser una simple obra decorativa, el mural es una composición cuidadosamente construida. La composición artística integra diversos elementos que evocan la cosmovisión kaqchikel, la historia local y la vida cotidiana de San Martín Jilotepeque, cuyo nombre en idioma kaqchikel es Juyu’ Taq’aj Och’ Äj, que significa “elote tierno”.
Entre los símbolos más destacados se encuentran los zompopos, las abejas, el maíz, figuras humanas y paisajes del entorno, cada uno con un profundo significado.
Según Rossy Poyón, joven integrante del movimiento y una de las artistas que participó en el diseño, el equipo tuvo claro desde el inicio que debía retratar lo que los representa como comunidad: “Para nosotras era importante incluir elementos propios de nuestro pueblo. Cada figura en el mural representa algo de lo que somos: nuestra naturaleza, nuestra historia y nuestras tradiciones”. Con base en esa reflexión colectiva, surgieron los cinco principales símbolos que hoy protagonizan la obra.
La abeja, por ejemplo, hace referencia al linaje Akajal, reconocido históricamente como el “pueblo de la colmena”, asentado ancestralmente en esta región. Su presencia en el mural recupera el legado de trabajo colectivo, organización y herencia indígena que caracteriza a San Martín.

Otra figura relevante es el zompopo de mayo, una hormiga voladora típica de la zona, apreciada no solo por su valor gastronómico, sino como símbolo de la fertilidad de la tierra y el inicio de la temporada de lluvias. Su inclusión refleja la estrecha relación entre el pueblo y los ciclos naturales.
El maíz, representado por una mazorca dorada, alude directamente al origen de la humanidad en la cosmovisión maya, según el Popol Wuj. Más que un alimento, es símbolo de vida, espiritualidad y resistencia cultural.
También destaca la figura de un hombre mayor, que representa la sabiduría de los abuelos y abuelas como guardianes de la memoria colectiva. Esta figura busca reconectar a las nuevas generaciones con el conocimiento ancestral.
Estos símbolos no aparecen de forma aislada, sino que se entrelazan en la composición visual como parte de una narrativa integral sobre lo que significa ser sanmartineco. Así lo expresa Alejandra Tun, otra joven participante del proyecto: “Mientras pintábamos el maíz o las abejas, íbamos compartiendo historias de nuestros abuelos, significados de nuestras palabras en kaqchikel. Fue lindo descubrir el porqué de cada símbolo. Ahora los vemos y nos vemos reflejados en ellos”.
Para quienes integran el movimiento, el proceso artístico fue también un proceso de reencuentro con su historia y su comunidad. Pintar estos elementos fue una forma de revalorar lo propio, de reivindicar lo que muchas veces ha sido invisibilizado y de mostrar con orgullo que en San Martín Jilotepeque la cultura no es pasado: es presente y es futuro.

Voces jóvenes que pintan el cambio
Detrás de cada pincelada del mural de San Martín Jilotepeque hay historias personales, descubrimientos colectivos y una profunda carga emocional. Para muchos de los y las jóvenes que participaron en su creación, esta fue su primera experiencia en muralismo, una oportunidad de aprender, expresarse y fortalecer su identidad.
El mural ha sido bien recibido por la población local. Rosa Estrada, vecina del municipio, compartió su emoción al ver la obra terminada:
“Sentí una mezcla de orgullo por los jóvenes y emoción por lo que representa. El mural transmite la historia y la fuerza de nuestra gente. Incluso algunas personas mayores se han emocionado al reconocer símbolos de su niñez”.
Este reconocimiento intergeneracional es también una de las intenciones del colectivo juvenil. El mural se pensó como una herramienta para dialogar con el pasado, pero también con el presente y el futuro. Como lo expresa Alejandra Tun, miembro activa del movimiento:
“El mural representa nuestra cultura y esencia como sanmartinecos. Ver que los sueños de quienes iniciaron el movimiento hoy se vuelven realidad me llena de orgullo. Estamos creciendo como organización y queremos seguir participando en los espacios públicos”.

Más que pintura: un acto de resistencia y afirmación
El arte, más allá de su valor estético, se convirtió en una herramienta de incidencia y transformación para los jóvenes de San Martín Jilotepeque. A través del mural, no solo proyectaron símbolos culturales, sino que construyeron confianza en su voz colectiva y reafirmaron su lugar en la historia del municipio.
Eduardo García, integrante del colectivo y uno de los coordinadores del proyecto, lo resume con claridad:
“A través del arte estamos alzando la voz que por tanto tiempo estuvo en silencio. El mural es un reflejo de lo que somos. Buscamos que la juventud vea estos símbolos y no olvide su cultura. En nuestro municipio aún hay mucho por rescatar, pero esto es un comienzo. El mural nos ayuda a mostrar que queremos participar, que estamos aquí, que nuestra cultura importa y que también podemos transformar nuestro entorno con nuestras propias manos”.
Para el colectivo Superando el Silencio, esta experiencia marcó un punto de inflexión. No se trató solo de llenar de color una pared, sino de mirar hacia adentro, reconocerse y reafirmar que su identidad merece ser contada, celebrada y defendida. Pintar juntos fue también sanar heridas, reencontrarse con sus raíces y demostrar que el arte, cuando nace desde el pueblo y la juventud, es una herramienta poderosa para resistir, imaginar y construir futuros más justos.

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Ruda
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