Tintas

Crecimos entre el Silencio: Ser mujer aquí 

Escrito por Viviana Bran

Ser mujer en Centroamérica o en Latinoamérica nos diferencia, acaso, de nuestras hermanas del otro lado del mundo. Siempre he pensado en eso: ¿será nuestra manera de vivir o de pensar? Al estar en este lado del mundo al que llamamos hogar, Guatemala, construimos nuestra identidad dentro del miedo y la resistencia. Aquí vivimos desde el acoso callejero, solo por ser nosotras mismas, hasta los femicidios; y la violencia se minimiza o se calla. Y para quienes hablan, el sistema se encarga de revictimizarlas, incluso, de callarlas. 

Estar en Centroamérica significa, para mí, ser señalada por decir que soy feminista, por decir  que ser mamá o ama de casa es una opción, no algo que me impongan por ser mujer. Vengo de un patriarcado donde mis tías no estudiaron más allá de la primaria porque mi abuelo decía: “Las mujeres no necesitan estudiar, porque se casan”. Como ellas que me formaron, muchas mujeres que me rodean sostienen sus hogares sin recibir nada a cambio. Cuidan, cocinan, limpian, educan y aun así se les considera “sin empleo”.

Mientras tanto, la sexualidad sigue siendo silenciada en nuestras casas, en el sistema educativo, en la sociedad. Nos tachan por hablar del placer sexual siendo mujeres. 

Niñas que dejan la escuela para convertirse en madres y asumir roles que no les corresponden. La maternidad impuesta sigue siendo una realidad para muchas, que a veces callan. Eso ha sido ser centroamericana para mí. Es lo que he vivido. Y si bien hoy la maternidad no deseada empieza a cuestionarse, la violencia sigue estando presente. Los feminicidios son una epidemia silenciosa. No hay seguridad en la calle, pero tampoco en el hogar. Muchas mujeres son asesinadas por sus parejas o exparejas, mientras las instituciones fallan en protegerlas. Las denuncias rara vez se investigan.

A pesar de todo, en medio de tanta adversidad, las mujeres centroamericanas también somos ejemplo de lucha y esperanza. Existen lideresas comunitarias, defensoras del territorio, activistas por los derechos humanos, maestras que educan con perspectiva de género, madres que rompen el ciclo del silencio. Son ellas quienes, desde sus espacios, siembran semillas de transformación: semillas que impulsan una gran revolución y crean un mundo mejor para las nuevas redes.

También están las mujeres indígenas que defienden sus culturas y sus cuerpos frente a la explotación; las mujeres que ocupan las calles, las redes y las aulas; las trabajadoras que se organizan para exigir condiciones dignas; las periodistas que denuncian lo que otras callan.

Ser mujer en Centroamérica es, en efecto, vivir en resistencia. Es caminar en un territorio que muchas veces se siente nuestro enemigo, pero no por eso dejamos de avanzar. Es mirar el dolor de frente, pero también encontrar fuerza en la sororidad y en una red de apoyo entre mujeres que buscamos construir una Centroamérica habitable por y para nosotras.

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Viviana Bran

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