
Conmovedora e incómoda, así se siente la literatura de Han Kang
Escrito por Maff Ochoa
Esta historia me ha rondado la cabeza por semanas, sé que la leí el año pasado entre todo ese revuelo desatado por las controversiales entrevistas de la autora y pensé, “No es la gran cosa la veracidad de sus palabras, ni tampoco lo es esta historia insípida con imágenes alegóricas”. Cuán equivocada estaba. Tuve que replantear mis deducciones confrontándolas con las lecturas de los otros.
A menudo va y viene este pensamiento de que a las mujeres nos tratan como reses de libre comercio que transportan en camiones con frigoríficos para que la carne no se pudra; a las que les quitan sus becerros para la producción de lácteos mientras el ciclo nunca se rompe. Un bebé generado es un individuo lanzado a la voracidad del capitalismo y las mujeres solo somos un medio de producción, quizá de esto y más trata “La Vegetariana”, de Han Kang, un retrato de una sociedad que no es tan lejana al occidente y en el que todas estamos pintadas por igual como las flores y las raíces que atraviesan a la protagonista.
Sí, “La Vegetariana” no es un libro para todos, pero es un libro necesario para entender cómo a veces el silencio y las decisiones radicales pueden ser también un símbolo de protesta.
En la historia, una mujer de mediana edad y clase media atraviesa una crisis emocional que le desata una serie de pesadillas y dificultades para dormir que no hacen más que orillarla a dejar de comer carne de un día para otro. Pero, ¿qué es la carne? En mi lectura, representa un símbolo de estatus social y de poder sobre los otros, solo aquellos con mayor poder adquisitivo pueden darse el lujo de consumirla frecuentemente, aunado al poder que el hombre ejerce sobre el animal en toda la cadena de producción de la misma.
Esta decisión trae enormes consecuencias para la protagonista que, siempre ha vivido silenciada bajo los deseos de su familia nuclear, su matrimonio e inclusive la sociedad. Ni en la misma novela tiene una voz propia, puesto que son “los otros” los que narran su historia por ella; primero su marido, luego su cuñado y finalmente su hermana. Su vida va descomponiéndose de a poco, como si ella misma fuera un vegetal que decide dejar pudrir para no tener que soportar la desdicha de no poder tomar acción en ningún ámbito en su vida.
El libro tiene muchas aristas, que si la sociedad machista de Corea y su actual embellecimiento a través de la música, los k-dramas, que si el movimiento cultural 4B protagonizado por las mujeres, que si toda la violencia estética que se sufre allá, aunado a sus recientes escándalos políticos, etc. Para mí, esta es una ventana hacía los sentimientos que reprimimos como sociedad dentro de nuestras casas, un espacio en el que deberíamos tener la certeza de la seguridad y la calma, en donde muchas veces no la hay -y si me lo preguntan, es terrorífico-, en donde ocasionalmente uno se atiene a las reglas del otro, aunque esas reglas sean violentas y nos consuman mentalmente a tal grado de no poder ni relajarse o descansar en esas cuatro paredes que para eso son.
Mi verdadera pregunta es, ¿qué tan inseguro debe sentirse uno dentro de su casa para tener ganas de perecer tal como las flores lo hacen cuando dejan de recibir el sol o el agua? ¿Cómo es que todas las estructuras sobre las que se sostiene nuestro mundo son capaces de reprimirnos a tal grado de hacernos enloquecer y perdernos poco a poco? Para mí ese es el mensaje: ¿Cómo logramos sobrevivir a múltiples sistemas que no hacen nada más que reprimirnos? Algunos dejan que las cosas pasen, otros resisten y los más valientes luchan para que el sistema cambie.
El final se los dejo a su criterio según la lectura que quieran darle. Lo que es un hecho es que Han Kang describe de formas muy bellas cómo la mente de su protagonista se resquebraja y marchita paulatinamente, y cómo esto permea en los vínculos de quienes la rodean, como cuando una fruta descompuesta lo hace con la fruta “buena”. No quiero decir que la mujer es poética en su narrativa, porque me parece reducir la belleza de su lenguaje nativo, lo que sí es que si se lee con delicadeza y se comparte lo leído, puede ser una obra muy disfrutable.
Para finalizar, quiero compartir algunos hallazgos; por ahí leí que la traductora de Han al español, Sunme Yoon, una mujer coreana que emigró a Buenos Aires en los años sesenta de la mano de sus padres, quedó enganchada con la autora. Así que, decidió traducir “La Vegetariana” en 2012 con la editorial argentina Bajo la luna.
Muy poca gente conocía la obra de la ganadora del nobel hasta el momento en el que Sunme empezó a traducirla, para su sorpresa, al año siguiente, la escritora visitaría la Feria del Libro de Buenos Aires y, anonadada se encontró con un auditorio más lleno de lo que imaginó. Agradecida por comprender mejor que ningún otro traductor a su obra, Han le pediría a Sunme traducir todas sus novelas desde aquel entonces.
No me parece una casualidad que de pronto empecemos a ponerle atención a ciertas cosas, éste encuentro parece un milagro en el que dos personas tuvieron que encontrarse para empezar a diseminar lo que una persona quería decir y lo que otra estaba dispuesta a ampliar.
Tal vez hoy tenemos a Han en nuestros libreros gracias a que nuestra sociedad está dispuesta a hablar sobre temas incómodos como el machismo en el seno familiar o la opresión de los cuerpos femeninos, y porque estamos menos cerrados a escuchar a otras culturas hablar de cómo viven las mismas problemáticas que nosotros.
Quién sabe qué habrá el día de mañana en nuestros libreros, pero hoy te invito a que le hagas espacio a este en el tuyo. Nos leemos en la próxima…
Participaron de esta nota
Maff Ochoa
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