Chipe, la melancolía chiquita de Jeanny Chapeta
Escrito por Ana Alfaro
La escritora guatemalteca nos compartió cómo surgió “Chipe”, su reciente publicación, y cómo ha ido “picando piedra” al igual que otras escritoras que continúan abriendo camino en el mundo de las letras.
Entre el movimiento y bullicio de las calles del Centro Histórico, en la 12 calle y Sexta Avenida, en donde se ubica el auditorio del Fondo de Cultura Económica, la escritora Jeanny Ivanna Chapeta nos habló sobre “Chipe”. El título de su libro hace referencia a esa palabra guatemalteca que se usa para nombrar tristeza, melancolía o nostalgia chiquita.
“Chipe” lleva al lector a través de distintos cuentos que abordan temas que atraviesan a la sociedad guatemalteca y donde varios de sus personajes son jóvenes, niños, niñas y mujeres.
Jeanny cuenta que en esta colección de cuentos se siente orgullosa, porque contiene una voz más madura. Actualmente, la autora ha publicado seis libros entre los cuales destacan las novelas juveniles: “El año en que Lucía dejó de soñar” y “¿Volverás a soñar, Lucía?”.
Para la escritora, la red social de X, en donde cuenta con 17 mil seguidores, ha sido un espacio que le ha permitido capitalizar el interés en sus publicaciones.
En esta conversación, Jeanny abordó cómo fue su encuentro con la literatura guatemalteca, sus obras que inició con cuentos cortos hasta llegar a las novelas juveniles, las escritoras que admira y que han abierto camino “picando piedra”; sin olvidar el proceso de escritura de “Chipe”, que tiene atrapado entre sus páginas un cuento que ha luchado por convertirlo en novela.
¿Por qué te interesó hacer literatura juvenil?
Porque estaba el campo disponible, mis únicas dos novelas son juveniles. Había un interés mío en replicar cosas que viví en la adolescencia y sentía que era algo con lo que los chicos o los adolescentes se podían identificar.
Encontraba muchísimo el tema de la esperanza, pero no necesariamente estaban contándose temas tristes que los chicos viven. ¿Qué pasa con los niños que realmente no tienen el soporte en sus casas? Y entonces a partir de eso nace: El año en que Lucía dejó de soñar y Volverás a soñar, Lucía.
¿Y cómo han respondido los lectores a tus obras?
Sentiría que bien, en el sentido de que se han vendido, de que me han dado feedback, pero no lo suficiente, tampoco es que espero mucho porque es complejo por el medio. Creo que sí, hay una cierta alegría cuando uno saca un libro en el público, por el objeto, por obtener la firma, por todo el proceso de conocer y yo ya tenía un público previo en redes sociales, en Twitter, y eso siento que me ayudó a capitalizar el interés hacia mis publicaciones. En mi otro público, el juvenil, ellos sí lo han recibido súper bien. Ellos hacen muchas preguntas, los chicos son más observadores, inquisitivos, porque preguntan de todo.
Todo libro conlleva un proceso, ¿cuál es el tuyo para iniciar su escritura?
Cuando son cuentos yo creo que solo necesito haber visto pasar una historia, tener en el pensamiento algún nudo, creo que tiene que existir esa chispa. He escuchado que hay autores que dicen que su inicio es el final y yo digo: con el final no puedo hacer nada porque no sé cuál es el nudo que necesitamos desanudar.
¿Cómo nació la idea de escribir Chipe y qué temas abordas en él?
Chipe tiene como cuatro años de estar ahí en mi cabeza, tal vez un poco más. Me gusta mucho esa palabra, siento que es bien natural para mí, tal vez porque juega con mi nombre. Siempre la he sentido bien particular yno siento que pueda escribir necesariamente de felicidad, pero tampoco me sentía tan triste como para escribir de la tristeza y la melancolía, sino ese estado intermedio de esa melancolía chiquitita que es Chipe.
Tenía muchas cuestiones que explorar, violencias, tristezas, burocracia, y creo que conecté todos esos temas más o menos, durante como dos años, para ir depurando, para ir sacando cuentos, para ver cosas que no funcionaban, y después de eso seguir depurando y seguir peleando por ese nombre porque a Raúl (editor de la editorial F&G) no le gustaba. Él estaba como, es un nombre muy local. Y después de ciertas intervenciones accedió, y qué bueno, porque me gusta mucho.
(El proceso) inició con Teresa y Félix, que es un cuento de realismo mágico, un intento de novela que nunca, o por el momento, no se ha logrado, y que está al centro del libro porque quería mantener una curva emocional en donde nos den risa ciertas cosas. Entonces, hice los cuentos con el eje de Teresa y Félix y fueron surgiendo.
En una de las presentaciones del libro, tú describes a esta obra como tu sueño, ¿por qué?
Cuando entré a la universidad, descubrí en Literatura Guatemalteca que la literatura estaba viva en el país, que era algo que yo no tenía idea, y descubrí la editorial (F&G).
Entonces, lo veía en clase y era como: Toda la gente que estoy leyendo, que estoy admirando, y que trabaja aquí. ¿Qué tengo que hacer, cuánto tengo que trabajar para llegar ahí? Y entonces eso hice, trabajar.
Llegar a F&G, llegar a Chipe, que me dieran libertad creativa y sobre todo descubrir más o menos cómo funcionaba el proceso, o qué tanto hacía Raúl en el proceso de edición, era como quería trabajar, con personas que admiro.
¿A quién le recomendarías tu libro Chipe y por qué?
Es que yo no creo en eso de las recomendaciones necesariamente, porque el libro idealmente debiera encontrar a su lector, que es una mentira, porque uno tiene que proporcionar, sino cómo van a saber, ¿verdad? Pero es la paradoja de la escritura. Yo le recomendaría mi libro a cualquiera que tenga ganas de entretenerse, pero no solo a niveles primarios.
Chipe es un proceso más elaborado, en donde yo encontré mi voz, en donde tengo historias completas, personajes vivos, multidimensionales, y creo que es un compendio de cuentos, que si bien parece local, nunca hablo de aquí, pero como es a lo que pertenezco, uno se encuentra en los rincones, en las ciudades, aunque uno no las nombre, ahí están.
Chipe tiene cuentos que hablan de violencia contra la mujer, sobre todo el cuento El despertar, ¿por qué?
Porque existe. Cuando hice El año en que Lucía dejó de Soñar, lo hice para una editorial juvenil, y ese libro en esencia trata del intento del suicidio de una chica, y tenían mucho miedo de la historia, porque cómo le vamos a contar a los chicos, cómo van a aceptar los papás que les hablemos a los niños, de niños que quieren morirse. Pero que no se los contemos no significa que no va a pasar. Entonces, una forma de hablarlo es primero visibilizarlo, y es por contexto, esas cosas siempre pasan, uno siempre oye el de una mamá que se desapareció, el de una tía que algo, y son cosas que creo que suceden, y es necesario mencionarlas.Probablemente tomemos acción luego, pero de momento hay que señalarlas.
¿Cuál fue el personaje o cuento que más tiempo te llevó a desarrollar en Chipe?
El de Teresa y Félix, que es el que digo que es la novela que no concreto. Ese cuento ha sido muchas pruebas, muchísimas veces, porque lo he intentado volver de todos lados para ver de dónde, pero las historias tienen un largo, y si se tensan más se rompen, entonces yo tensé muchas veces esa historia y se me rompió un montón de veces. Tengo haciéndola desde que entré a la universidad, hace 10 años, y no se lograba. Retomé el proceso hace como unos tres años, tal vez, y dije: lo voy a rehacer con lo que yo sienta, con lo que vaya sintiendo, y ahí se fue formando. Ese es mi cuento más trabajado.
¿Y qué diferencia a Chipe de tus obras anteriores?
La madurez de la voz, diría yo. Siento que, primero, he relajado, yo necesitaba, quería que me tomaran en serio, y sé que tengo una personalidad para no tomarlo en serio, pero ya estoy muy grande para que no se me tome en serio, y antes peleaba mucho con eso: “Es joven, tiene que mostrar madurez”. Ahora ya estoy vieja, ya no me importa.
Y creo que me relajé muchísimo más, me fluyeron más los temas, he trabajado más en mi obra. Se nota que tengo un estilo específico.
¿Y crees que ahora las escritoras tienen más oportunidad y espacios para publicar sus libros?
Sí, no porque existan los espacios, sino porque ellas los han buscado. Digo “ellas” en el sentido de que estoy pensando en conglomerados de escritoras. Cuando entré en la literatura, estaban por ahí Denise Phé-Funchal, Carol Zardeto, Anabella Giracca, Ruth Vaidez, pero son hilos, nada más, en este momento ya es una costura, hay varios conglomerados de mujeres.
Hay colectivos, las Literaturas que dan lata, eso lo hizo Ruth Vaides; Escritoras guatemaltecas, Nosotras las letras, entonces han procurado los espacios en el que convergen ellas como unidades y realizan sus lecturas. No siento ser parte de eso, porque nunca he sido parte de un colectivo más que de La Retaguardia, que era diverso y multidisciplinario, pero creo que están encontrando los espacios necesarios y lo están logrando. He visto a Marian Godínez en México haciendo cosas y entonces ya se les ve, pero no es porque existan iniciativas, es porque hay que picar piedra y porque ellas la están picando.
en Centroamérica pocas veces las escritoras pueden dedicarse a escribir de lleno, ¿es tu caso o te dedicas a más cosas?
Yo diría que vivo de productos relacionados con la narrativa. Mi trabajo en un montón de áreas, es realizar textos didácticos para Santillana, hago comunicación. Entonces, casi todo mi proceso es creativo, sí lo diría pero no directamente a la literatura, no porque las publicaciones realmente cuánto dan, dan muy poco, pero sí del proceso de escribir sí vivo, de lo que no vivo es de la venta de los libros, sí se puede, pero es bien difícil, ¡es una trampa, no lo hagan!
¿Tú te consideras feminista?
Yo diría que sí, pero no es algo que haya estudiado lo suficiente como para absorberlo, tomarlo y ponérmelo. Pero pensaría que sí, ir un poco en ese sentido de contracorriente, ir luchando contra esa vaina patriarcalforever. Si de algo se me acusa un montón, es de feminista, no sé por qué, entonces supongo que sí, Pienso que ha de ser por contestataria o algo así, pero pensaría que por ahí va.
¿Qué escritora guatemalteca o internacional admiras?
Guatemalteca, Denise Phé-Funchal. Su obra me cambió la perspectiva, porque me di cuenta de que la literatura estaba viva, de que se hacía bien, se hacía con método, de que existía el esfuerzo, el trabajo de alguien que se tome en serio su trabajo; y Carol Zardetto, por ejemplo. He leído toda la obra de Denise, el año pasado sacó Polvo, y ya tenía muchos años de no publicar, entonces uno dice, “Sigue siendo lo que recuerdo, me sigue gustando un montón, quiero ver qué más hace”.
De afuera, Andrea Abreu, es una española que es jovencísima, tendrá como 30 años tal vez, me voló la cabeza. Hizo un libro que se llama Panza de burro, y dije: “Esto es, a esto vamos”. Me pasó como haber leído Cien años de Soledad, y me cuestioné: ¿cómo alguien puede estar formulando el lenguaje de esta manera? En general, a las escritoras de aquí las respeto, las aplaudo, porque nos hicieron camino, y sí siento que nos abrieron camino: Ana María Rodas, Isabel de los Ángeles Roano, seguimos picando piedras.
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Ana Alfaro
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