Tintas
Ser adolescente es una cosa terrible. Aún así, fue una de mis etapas favoritas. Y no lo digo porque extrañe la escuela (jamás), sino por la sensación de posibilidad que es tan palpable a los diecisiete. Realmente todo está al alcance de tus manos cuando estás cerca de la adultez legal.
Desde pequeña, las películas me enseñaron a tenerle miedo a las brujas. Eran las malas, las villanas, mujeres a las que había que tenerles temor. Crecí creyendo eso hasta que entendí que detrás de esa imagen de “malas” había otra historia: la de mujeres que se atrevieron a pensar por sí mismas, a sanar, a vivir fuera de las reglas impuestas por los hombres, esos mismos que, al no poder controlarlas, las llaman de esa manera.
Sombreros picudos; caras verdes; lunares prominentes; vestidos y harapos negros; calderos y escobas voladoras; todos estos eran símbolos de la caricaturización de las brujas con las que crecimos. La idea de unas mujeres “feas”, encargadas de hacer pócimas y menjurjes para resolver situaciones, o incluso para venganzas. Mujeres a las que se les temía y de las cuales debíamos permanecer lejos.
Es quizás el trayecto por la Avenida Reforma, en la Ciudad de México, uno de los más emblemáticos para muchos de los chilangos y la gente del estado de México que salimos a trabajar todas las mañanas, o a turistear con las hijas e hijos y amigos los fines de semana.
En nuestras tierras, la religión se expandió con la misma rapidez que los supermercados de cadenas extranjeras, prometiendo abundancia, pero dejando vacíos más profundos. Nos dicen que ahí está la verdad absoluta, que ahí hay libertad, pero lo que muchas mujeres encontramos es otra forma de control: sobre nuestros cuerpos, sobre nuestras decisiones, sobre nuestras vidas.
El cáncer de mama suele ser abordado desde una mirada exclusivamente femenina. Las campañas de prevención, los materiales médicos y las políticas públicas en torno a esta enfermedad están dirigidos casi en su totalidad a mujeres cisgénero. Sin embargo, esta narrativa deja fuera a un grupo que también puede desarrollar cáncer de mama: los hombres trans que conservan tejido mamario.
Este 20 de octubre de 2025 se llevó a cabo la ceremonia inaugural de los XII Juegos Centroamericanos en el centro comercial “Ciudad Cayalá”, un lugar que visiblemente no reúne las condiciones arquitectónicas y urbanísticas para la realización de tal evento deportivo, sin dotación de identidad o significado histórico y social.
Guatemala vivió una primavera que no fue metáfora. Fue real, se llamó Revolución de Octubre de 1944, y no nació de promesas ni discursos: nació del hartazgo, de un pueblo cansado de la humillación, de mujeres y hombres que se lanzaron a las calles sabiendo que podían morir, pero también sabiendo que seguir callando era otra forma de estar muertos.
Dentro de los estándares de belleza hay una obsesión con la forma y el tamaño de nuestras tetas. Por eso, para muchas, el tener que pasar por una mastectomía (extirpación quirúrgica total o parcial de la mama) resulta muy duro en ocasiones, no solo porque tienes cáncer sino por cómo te verán las otras personas.
Las fangirls somos una comunidad. Sé que la percepción de las fangirls es de adolescentes llorando, haciendo berrinches y gritando cuando escuchan o ven algo de su artista favorito. Pero, lo que la gente no se da cuenta es que los artistas y las estrellas de Hollywood no serían famosas si no fuera por sus fans. Y me estoy enfocando específicamente en las fangirls. Porque sí, yo soy una. Lo he sido desde que tengo 6 años. Ver a Zac Efron me cambió la vida.
El mito de que la guerra pertenece solo a los hombres se ha repetido por siglos. La experiencia de Vietnam demuestra lo contrario: las mujeres combatieron, sostuvieron la resistencia y, pese a su protagonismo, fueron relegadas al olvido.
En mis 20 's pensaba que ya tendría muchas cosas resueltas: una vida profesional establecida, una vida social activa y la seguridad de estar construyendo mi futuro. Sin embargo, la realidad fue otra: estoy afuera del trabajo, una hora y media antes de entrar, escribiendo esta columna. Quizá idealicé demasiado esta etapa gracias a Disney y Nickelodeon, pero el choque con la vida adulta fue mucho más duro de lo que imaginaba.
¿Hay alguna manera de escapar de los algoritmos que dictan lo que vemos en Internet? Esta semana intenté liberarme de ese agarre.
Por el derecho de las infancias a vivir en una cultura de alimentación saludable
Hay espacios donde mujeres de diversas edades, orígenes y circunstancias nos encontramos y, sin conocernos, hablamos de lo más íntimo. Quizá sea ese anonimato lo que nos permite hablar con mayor libertad y fluidez acerca de lo que vivimos; pero también es cierto que las experiencias comunes nos hacen coincidir.
Hablar de salud sexual y reproductiva suele traer a la mente imágenes y discursos diseñados casi exclusivamente para relaciones cisgénero heteronormativas. En los consultorios, en las campañas públicas y en los manuales médicos, pareciera que la sexualidad solo se enfoca en poder gestar. Pero, ¿qué pasa con los hombres trans? ¿Qué sucede con quienes, a pesar de identificarnos como hombres, seguimos teniendo cuerpos con capacidad de gestar, menstruar o experimentar placer desde órganos históricamente asociados a lo femenino?
Difícil es creer que a estas alturas, aún pidamos Que se detenga la guerra Que se detenga la hambruna Que se detenga el genocidio Que se detenga el salvajismo del sistema del «primer mundo»