Rina Lazo, el muralismo y los signos de la tierra
Escrito por Derik Mazariegos
“Aparece la vida, la maravillosa, por intensa y fecunda, vida de Rina Lazo. En ella, los datos sabidos, como desnudos y fríos huesos, se visten de carne y nervios..
— Gabriela Ugalde García

Rina Lazo en su estudio en Coyoacán, septiembre de 2019. Fotografía Alejandro Anzueto V.
El libro Rina Lazo, muralista mesoamericana. Una historia sobre tierras fértiles, de Fátima Anzueto, combina el homenaje con la reflexión histórica. No se limita a recordar una trayectoria artística, también propone una mirada que vincula biografía, territorio y lenguaje visual. A través de la figura de Rina Lazo, Anzueto muestra cómo la pintura puede funcionar como un puente entre culturas y como una forma de pensamiento sobre el mundo.
Rina Lazo nació en 1923 en la ciudad de Guatemala y pasó su infancia entre la capital, Cobán y las Verapaces. Desde pequeña mostró curiosidad por el arte y sensibilidad hacia la naturaleza. Estudió en la Academia de Bellas Artes de Guatemala, donde se formó en dibujo y pintura, y en 1946 viajó a México para continuar con sus estudios en la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado “La Esmeralda”. Allí trabajó como asistente de Diego Rivera y se integró a un movimiento que entendía el arte como herramienta social y pedagógica.
Anzueto rescata en su libro la capacidad de Rina para articular los aprendizajes técnicos de la pintura mural con los saberes mesoamericanos. Esa combinación le permitió desarrollar un lenguaje propio, donde el color, la forma y el gesto se comportan como signos que expresan modos de vida, creencias y memorias colectivas. Su obra se nutre de una mirada que no separa el arte del territorio ni la estética de la experiencia política.
La victoria como persistencia
El capítulo “Rina Lazo, su gloriosa victoria y su legado” ayuda a entender cómo la artista transformó el muralismo mexicano en un lenguaje de resistencia. En Tierra fértil, pintado en 1954, la escena agrícola deja de representar el progreso industrial y se convierte en una observación sobre los vínculos materiales entre las personas y la tierra.

Tierra fértil, 1954, fresco, 480 × 300 cm, Museo de la Universidad de San Carlos de Guatemala. Fotografía de Alejandro Anzueto V. Recuperado de https://aaav.es
Tierra fértil ha sido descrito por catálogos del Museo de la Universidad de San Carlos de Guatemala y por especialistas en la obra de Rina Lazo como una representación de la fertilidad del paisaje guatemalteco y de la abundancia vegetal del trópico.
La artista narra, en una sola superficie, la vida que brota de la tierra y la relación íntima entre los cuerpos humanos y el entorno natural. A diferencia de otras obras del muralismo mexicano, aquí no hay una figura heroica ni un gesto de victoria, sino un tejido de vínculos que expresan continuidad y reciprocidad.
Las frutas, las plantas y las figuras femeninas se enlazan en una escena donde cada elemento adquiere sentido en relación con los otros, como si todos compartieran una misma respiración. En lugar de representar la ideología del poder, Lazo convierte el mural en un lenguaje del habitar, una escritura visual que piensa el mundo desde la tierra y no desde la conquista.
Bonampak y el diálogo con la memoria
Uno de los pasajes más reveladores del libro es la reconstrucción de los murales de Bonampak, un proyecto dirigido por Pedro Ramírez Vázquez para el Museo Nacional de Antropología en México. Rina Lazo, junto a Arturo García Bustos, trabajó durante meses en la selva lacandona observando directamente los pigmentos, las figuras y las secuencias visuales de las pinturas mayas.

Réplicas de Bonampak por Rina Lazo. Fotografía de Alejandro Anzueto V. Recuperado de https://aaav.es
El resultado no fue una copia, sino una lectura. Lazo comprendió que la pintura prehispánica tenía una lógica propia, una gramática visual en la que el color, la figura y el movimiento actuaban como palabras dentro de un relato pictórico. En lugar de reproducir esas formas, buscó traducirlas, construir con ellas un puente entre el conocimiento ancestral y la sensibilidad moderna.
Anzueto reconoce en este proceso un acto de mediación cultural. Rina no solo conservó los murales, los reactivó como lenguaje. Cada línea, cada textura y cada tono se transformaron en signos de una memoria viva. Bonampak se convirtió así en una forma de restitución simbólica y en una práctica de lectura del pasado desde el presente.

Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL). (2020, 30 oct.). El muralismo, una de las pasiones de Rina Lazo [Fotografía]. Recuperado de https://inba.gob.mx/prensa/14744/el-muralismo-una-de-las-pasiones-de-rina-lazo
Materiales y signos del territorio
Las decisiones formales de Rina Lazo, que el libro describe con cuidado, revelan una búsqueda constante por devolver a la pintura su condición de lenguaje. Los pigmentos terrosos, las composiciones circulares y la falta de jerarquías visuales crean un modo de ver distinto al de la perspectiva occidental. La mirada se desplaza por el mural como se recorren las páginas de un códice, siguiendo las conexiones más que los centros.
Cada figura, cada tono y cada gesto se comportan como signos dentro de una sintaxis visual que traduce relaciones entre seres humanos, plantas, animales y elementos naturales. En esta estructura, la imagen no imita la realidad, la interpreta. La pintura deja de representar objetos para representar vínculos, y en ese desplazamiento se revela la dimensión semiótica del mundo que Lazo pinta.
La obra de Rina es, en este sentido, una forma de pensamiento visual. Los materiales hablan, las texturas comunican y los colores adquieren un valor simbólico que remite al equilibrio ecológico y espiritual. En lugar de separar la materia del sentido, la artista los une en una misma superficie de significado.

Fragmento de Venerable abuelo maíz, 1996, temple sobre lino, 2.70 x 19.00 m, Sala Maya del Museo de Antropología, México.
El arte como mediación cultural
El libro de Anzueto deja ver que Rina Lazo entendía el arte como mediación más que como representación. Mientras el muralismo clásico presentaba al artista como portavoz de una verdad, Lazo se asumió como intérprete de signos colectivos. Su obra no impone, traduce. No enseña, sino que conversa.
Esa postura tiene un contenido político profundo. Al desplazar la mirada del artista hacia la comunidad, Rina descentra la figura del creador y devuelve el protagonismo al territorio. En lugar de monumentalizar el poder popular, como hicieron otros muralistas, muestra las tramas silenciosas que sostienen la vida. Su pintura habla desde la cercanía y convierte el muralismo en una práctica de traducción entre culturas y mundos simbólicos.
La tierra como estructura simbólica
El título del libro Una historia sobre tierras fértiles, no solo se refiere a los campos de cultivo. En el pensamiento mesoamericano, la fertilidad es una forma de comprender el universo. Todo lo que existe depende del intercambio entre materia y energía, entre seres humanos y no humanos.
Rina Lazo traslada ese principio a su pintura. Sus murales no representan la fertilidad, la reproducen en su propio lenguaje. El color se comporta como sustancia viva, la línea se abre para conectar y el espacio pictórico se convierte en territorio compartido. Cada elemento actúa como signo dentro de un ciclo simbólico que refleja la relación entre vida, muerte y renovación.
Desde esta mirada, el arte deja de ser un objeto contemplativo y se convierte en una práctica de conocimiento. La pintura es una forma de pensar y de decir, una escritura material donde la semiosis ocurre entre pigmento, gesto y mundo.

Fragmento de Venerable abuelo maíz, 1996, temple sobre lino, 2.70 x 19.00 m, Sala Maya del Museo de Antropología, México.
La obra como territorio vivo
El libro de Fátima Anzueto tiene el valor de rescatar la trayectoria de una artista esencial para la historia del arte mesoamericano. Su mirada biográfica y afectiva permite acercarse a la vida de Rina Lazo desde la memoria, el contexto y la admiración. A través de su escritura, la figura de la muralista se vuelve parte de una genealogía femenina que rara vez había sido contada.
Sin embargo, más allá del homenaje, la obra de Rina Lazo abre preguntas que el libro solo insinúa y que merecen una lectura más amplia. Su pintura no solo narra una vida, también construye un lenguaje donde los signos, los materiales y los cuerpos dicen tanto como las palabras. En esa superficie, la política y la poética se confunden, y el arte se vuelve una forma de pensamiento.
Mirar sus murales desde esta perspectiva es leer un sistema de significados donde la tierra, el maíz, el agua y el trabajo colectivo se transforman en escritura visual. Lazo no pinta la historia, la traduce. Cada color y cada textura hablan de una manera de habitar el mundo desde la continuidad y no desde la victoria.
Así, el legado de Rina Lazo no se limita a la historia del muralismo, sino que propone otra forma de conocimiento. Su obra recuerda que la pintura puede ser memoria, mediación y territorio, y que en los signos de la tierra persiste la posibilidad de sostener la vida.

Anzueto, F. (2019). Portada del libro Rina Lazo, muralista mesoamericana. Una historia sobre tierras fértiles
Participaron de esta nota
Andrea Rodríguez
Rina Lazo nació el 23 de octubre de 1923 en la Ciudad de Guatemala y creció en el municipio de Cobán, Alta Verapaz. En ese lugar fue cuidada por mujeres mayas q’eqchi’. Fue una destacada artista guatemalteca dedicada a la técnica del muralismo y desde que era una niña estuvo en contacto con las artes, particularmente con la pintura, por influencia de su abuelo materno, según relató la historiadora del arte Fátima Anzueto, quien escribió el libro “Rina Lazo. Muralista mesoamericana. Una historia de tierras fértiles».