
Las niñas buenas van al cielo… ¿y las malas?
Escrito por Rebeca Javier
En Le pupille (2022), el cortometraje de la directora italiana Alice Rohrwacher, una pequeña huérfana se atreve a desafiar lo establecido.
Por Rebeca Javier
Debo empezar con la siguiente admisión: no hablo italiano. Sin embargo, los primeros minutos de Le pupille me hicieron entender el doble sentido del título. Las pupilas. Es decir, las pupilas son las niñas del orfanato católico en el que se desarrolla la historia, en Italia, durante la Segunda Guerra Mundial. Pero, las pupilas también son las aberturas del ojo que les permite a las niñas ver con perspicacia lo que les rodea. Con sus miradas dicen lo que no pueden permitirse articular en voz alta.
El ambiente que envuelve a estas niñas huérfanas no es nada alentador: aunque el combate bélico nunca aparece en escena, Rohrwacher es ferozmente hábil para construir la atmósfera de una sociedad devastada por la guerra. Sus uniformes son grises, con boinas que recuerdan a una versión más modesta de las de las alumnas del internado francés de Madeline. Las religiosas que administran la institución son severas, especialmente la Madre Superiora Fioralba (Alba Rohrwacher). Cada cosa que dicen las niñas es cuidadosamente evaluada y, en casi la totalidad de ocasiones, deben escuchar sermones sobre cómo deben ser mejores personas.
De entre las alumnas, conocemos al inicio que Serafina (Melissa Falasconi) es constantemente excluida del grupo. Cuando ella es la única que ha ordenado su cama, las hermanas menosprecian sus esfuerzos. La Navidad se acerca y deben prepararse para la representación del nacimiento del Niño Jesús. Las niñas son llevadas para colocarse los disfraces de ángeles pero deben interrumpir sus actividades para poder escuchar el resumen radial de los esfuerzos nacionales en la guerra. Les insisten que deben escuchar la radio con una postura recta, como si ellas mismas fueran soldados.
Esta escena es particularmente interesante porque ejemplifica cómo el orden militarizado se infiltra en la sociedad civil a modo de mecanismo de control. De repente, las niñas se quedan solas y Serafina intenta aprovechar la libertad de movimiento para recoger del suelo una parte de su vestuario que se le había caído. Al momento de inclinarse, cambia accidentalmente la estación radial a una canción popular.
Las niñas bailan, cantan y cuando la madre superiora las ve, las reprende duramente por atreverse a disfrutar cuando muchos están sufriendo. Aunque Serafina no participó y se intentó defender, a ella también le lavaron la lengua con jabón por haberse aprendido la letra de la canción mundana que sonó en la radio. Y no solo es regañada, sino que también es señalada como una niña más mala que sus compañeras por haberse negado a recibir el castigo sin oposición.
Desde entonces, Serafina queda señalada como una niña mala. Mientras tanto, las vecinas del pueblo llegan a la representación del pesebre para llevar regalos a las religiosas y pedir oraciones. Una mujer rica del pueblo (Valeria Bruni Tedeschi) lleva un pastel extravagante llamado zuppa inglese para pedir que su enamorado vuelva junto a ella.
A la madre superiora y a las hermanas les parece que el pastel es una completa excentricidad, sobre todo por el derroche de ingredientes cuando todo el país pasaba hambre. De igual manera, aceptan el pastel y lo incluyen en la comida de Navidad para las niñas. La madre superiora ya tiene todo el discurso armado: le dirá a las niñas que si son buenas, renunciarán a su rebanada de pastel como sacrificio navideño. Realmente, lo que desea es usar el pastel para regalarlo al religioso que está a cargo en el pueblo y así poder conseguir más financiamiento.
El punto álgido de la historia es cuando todas las niñas renuncian a la rebanada de pastel, menos Serafina. Cuando la madre superiora le increpa la razón, ella simplemente responde que es mala, como le han repetido siempre. Lo de Serafina es una pequeña rebelión, contra la culpa, el orden asfixiante y la represión. Para el desconcierto de todas, la madre superiora le sirve su rebanada de pastel.
Al final, la comida de Navidad se interrumpe porque la Madre se enoja al ver cómo Serafina le tira trozos del pastel a un perro callejero y les ordena a todas las niñas que regresen a sus camas. Ya arriba, las otras niñas dicen con maravilla que son muy suertudas por la maldad de Serafina, ya que les permitió probar aunque sea un pequeño pedazo de ese pastel tan ansiado por todas.
¿La moraleja de esta historia? Según el propio cortometraje, es ambigua. Por mi parte, me atrevo a decir que el mensaje final de Le pupille es celebrar esas victorias diminutas de las niñas que son críticas y por eso se les llama malas.
Participaron de esta nota
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Emma López
El otro día en un taller el facilitador pidió que nos levantáramos quienes tuviéramos algún familiar que se hubiera suicidado. El 80% de la sala se puso de pie; entonces nos pidió vernos y reconocernos entre el grupo, sin hablar, porque no era necesario, todas y todos sabíamos y sentíamos en el cuerpo la vergüenza aprendida, pero también el peso del silencio sobre esas muertes de las que escasamente queremos/podemos hablar.