Tintas

Jeans o vestidos: El poder de elegir

Escrito por Viviana Bran

La ropa, más que reflejar nuestra personalidad, se ha convertido en un campo de batalla donde la sociedad insiste en imponernos etiquetas y señalarnos a base de estereotipos con los que crecimos por imposición, como el rosa es de mujer y el celeste de hombres. 

Por Viviana Bran

Cuando era pequeña, mi ropa solo era un juego de  mezcla de colores, inventaba combinaciones raras y nada de eso me quitaba el sueño. Años después entendí que había miradas que aprobaban si me veía “femenina” o no, como si usar el cabello suelto o ponerme un vestido me convirtiera en una mujer. 

Porque, seamos honestas, a las mujeres se nos juzga por la ropa desde siempre. Si usamos falda corta, “provocamos a los hombres”; si la llevamos larga, “santitas”. Si nos pintamos los labios rojos, es “porque queremos llamar la atención”; si no nos maquillamos “es que no nos arreglamos”. Y entonces, me pregunto, ¿por qué el cómo me visto tiene que definir mi feminidad?

El punto es que la ropa debería ser solo eso, no un pasaporte para que nos respeten o una excusa para que nos falten al respeto. La ropa puede decir mucho de nosotras, claro, pero nunca debería ser usada para medir nuestro valor ni para justificar violencias. El hecho de cambiar vestidos o faldas por jeans no me hace menos femenina. ¿Qué pasa si quiero vestirme como Adam Sandler? ¿Acaso esto me hace menos mujer?

Cada mujer debería tener el derecho de vestirse como quiera, sin miedo y sin culpa. La ropa puede ser divertida, cómoda, empoderada o todo eso junto, pero lo que no puede ser es una prisión.  Nuestra feminidad no depende de algo tan trivial como la ropa, depende de la libertad de elegir, sentirnos bien en nuestro propio cuerpo, y de que podamos salir de casa sin preguntarnos, “¿Será que así me van a juzgar?”, y cambiarlo por un “¿Me gusta? ¿Me siento yo misma?”, sin sentirme presionada o incómoda por algo que no me define como persona.

Quizás la verdadera revolución no sea cambiar la moda ni seguir reglas impuestas, sino cuestionar las etiquetas, romper los estereotipos y permitirnos vestirnos con libertad, alegría y comodidad. 

Que la ropa deje de ser un campo de batalla y se convierta en lo que siempre debió ser: un reflejo de nuestra libertad, de nuestra identidad y de nuestra fuerza para decidir quiénes somos, sin que nadie nos lo diga. Porque mi  ropa me pertenece, y mi feminidad también, y hoy decidí liberarme de las etiquetas que me rodean por usar la ropa que ellos quieren. 

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Viviana Bran

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