A los hombres trans nos borran del derecho a la salud sexual y reproductiva
Escrito por Colectivo Trans-Formación
Por Colectivo Trans-Formación
Hablar de salud sexual y reproductiva suele traer a la mente imágenes y discursos diseñados casi exclusivamente para relaciones cisgénero heteronormativas. En los consultorios, en las campañas públicas y en los manuales médicos, pareciera que la sexualidad solo se enfoca en poder gestar. Pero, ¿qué pasa con los hombres trans? ¿Qué sucede con quienes, a pesar de identificarnos como hombres, seguimos teniendo cuerpos con capacidad de gestar, menstruar o experimentar placer desde órganos históricamente asociados a lo femenino? La respuesta es clara y dolorosa: el sistema de salud nos borra, nos discrimina y nos niega derechos básicos.
La invisibilización en el sistema de salud
La cisnorma —esa idea de que todas las personas son, o deberían ser, cisgénero— atraviesa todos los niveles del sistema médico. Desde la formación universitaria hasta la atención primaria, no se nos nombra, no se nos contempla y, en muchos casos, ni siquiera se reconoce que existimos. Cuando un hombre trans busca atención en salud sexual o reproductiva, se encuentra con profesionales que no saben cómo acompañarlo, que cuestionan su identidad o que lo reducen a un conjunto de órganos.
La invisibilización no es un error inocente: tiene consecuencias graves. Muchos hombres trans evitan ir al médico por miedo a la discriminación, a la burla o a la violencia verbal. Esa ausencia forzada de acceso se traduce en diagnósticos tardíos, en falta de prevención de enfermedades y en un deterioro de la salud integral.
La negación del disfrute y del placer
La salud sexual no se trata únicamente de prevenir embarazos o infecciones de transmisión sexual. Incluye también el derecho al disfrute, a la intimidad y al placer. Sin embargo, cuando se trata de hombres trans, el sistema niega sistemáticamente que nuestras corporalidades puedan ser espacios de placer.
Muchas personas, consideran que hablar de placer con hombres trans es irrelevante, como si nuestra identidad anulara nuestra capacidad de desear, sentir y disfrutar. Esta negación es violencia: nos arrebata el derecho a vivir nuestra sexualidad de manera plena y digna. Nos obligan a un silencio forzado, a una invisibilización que no solo afecta el cuerpo, sino también la mente y las emociones.
Discriminación y violencia estructural
En la práctica, la discriminación se manifiesta de muchas formas: desde formularios que no contemplan nuestra identidad de género, hasta doctores que nos llaman por un nombre equivocado o se niegan a atendernos. Cada una de estas violencias cotidianas nos recuerda que el sistema no está diseñado para nosotres, que nuestras necesidades son incómodas o secundarias.
Pero no somos secundarios. Existimos. Y nuestras vidas, nuestros cuerpos y nuestras experiencias merecen el mismo respeto y cuidado que cualquier otra persona. La salud sexual y reproductiva de los hombres trans es un derecho, no una excepción.
La urgencia de un cambio
Necesitamos un sistema de salud que deje de mirarnos con prejuicios y comience a reconocernos como sujetos de derecho. Que entienda que ser hombre trans no significa estar fuera de la salud sexual y reproductiva, sino que nos coloca en un lugar donde el respeto, la información adecuada y la atención integral son aún más urgentes.
Es indispensable que se actualicen los protocolos médicos, que se capacite al personal de salud y que las instituciones reconozcan las diversas realidades corporales de la población trans. Que se generen espacios de confianza, donde podamos hablar abiertamente de nuestros deseos, de nuestras dudas y de nuestras necesidades sin miedo a ser juzgados o violentados.
El derecho a existir con dignidad
Hablar de salud sexual y reproductiva en hombres trans no es solo hablar de medicina: es hablar de dignidad, de justicia y de derechos humanos. Es exigir que se reconozca nuestra autonomía, que se respete nuestra identidad y que se nos garantice el acceso a servicios de salud sin discriminación.
Nuestros cuerpos son válidos, nuestras experiencias son legítimas y nuestra sexualidad no es menos digna que la de nadie más. El silencio al que se nos somete no hará que desaparezcamos. Al contrario: seguiremos levantando la voz, denunciando la violencia estructural y reivindicando nuestro derecho a vivir la salud sexual y reproductiva en toda su dimensión, incluida la del placer.
Nos corresponde una vida libre de discriminación, con acceso pleno a la salud y con el reconocimiento de que nuestros cuerpos también son territorios de disfrute, deseo y libertad.
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Colectivo Trans-Formación
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